Tienes que ir al CEGECA a resolver unos asuntos de la matricula, a solicitar la beca o convalidar unas asignaturas y piensas: “Llego allí nada más que abran y así me atenderán rapidito y pierdo el menos tiempo posible de clase”; no te confundas vas a pasar un par de horas muy entretenido por el Altabix.
Llegas allí a las 9: 15, te acercas al super cajero de tickets y cuál es la sorpresa…te dan el numero 36 y uno se pregunta ¿la máquina va bien?, no es normal que si acaban de abrir hace diez minutos me den ése número y, sobre todo, te dices dónde están las restantes treinta y cinco personas, porque como mucho habrán diez; unos cuantos sentados en el suelo, otros subidos a una mesa y otros cuatro en una hilera de asientos. Ante tal panorama, observas la gente de tu alrededor e intuyes que son padres de alumnos aplicados (no pueden perderse la clase de Publicidad y Relaciones Públicas y mandan a sus papis), alumnos vividores (se matriculan a tres asignaturas al año para vivir la vida locamente, sólo tienen clase martes y jueves y el lunes van al CEGECA a pasar la mañana) y por último se encuentran los denominados ingenuos (el único que se desespera por la demora del ticket).
El que me interesa es ése último, un tipo que no para de moverse para evitar la depresión por la parsimonia que llevan los funcionarios. Primero va al cajero de la CAM a sacar unos euros para pasar la semana, después va a la fuente Canaletas, luego a reprografía y por último sube las escaleras mecánicas y se sienta en un banco a contemplar desde fuera la atención que ponen unos los alumnos de Psicología. De repente, ves que se le está acercando la joven del Banco Santander, sí la misma que estuvo por Atzavares, y el chico imaginándose la charla que le espera se acomoda en su respaldo y suspira. Al cabo de unos minutos, la azafata se marcha sin un nuevo contrato y con la mirada puesta en otro estudiante. El chico mira de reojo el panel de números y por fin sólo le quedan once puestos, así que se cambia otra vez de sitio y se sitúa ahora sí, cerca de la entrada a la gloria. Una vez allí, se encuentra con la típica insoportable compañera de instituto y entablan la típica conversación:
-¡eh cuanto tiempo! ¿Qué tal todo?
-Pues mira aquí esperando a que me toque, llevo hora y media de cola y como no entre ya, me dará algo muy grande al corazón
El palique siguió cinco minutos más, lo único que valió la pena fue que la pesada compañera de instituto le avisó de que eran normales estas colas debido a tres motivos. Estaban los típicos listos que cogían un número y luego iban tres a resolver sus problemas burocráticos, luego estaba la desmotivación de los empleados del centro; como no les pagan por personas atendidas les da igual atender a uno que a veinte y por último le echó la culpa a la famosa crisis; la chica comentó que creía que habían despedido a dos administrativas para reducir costes. Por fin el chico entró al CEGECA, le despacharon en dos minutos y luego se fue para su casa; pues había perdido toda la mañana.
PD: lo único cierto es que los servicios que presta el CEGECA deben mejorarse por el bien de los universitarios.
domingo, 2 de noviembre de 2008
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